¡Feliz día de la Felicidad!

Reconozco que me asaltaron ideas muy contradictorias al saber de la existencia de este día. Lo primero que me vino a la cabeza fue que era un poco absurdo, ¿quién necesita un día para reivindicar la importancia de ser feliz? Creo que, si en algo estamos de acuerdo los seres humanos con independencia de nuestra edad, sexo, raza, religión, etc., es de que la felicidad es nuestro mayor objetivo, es como si fuera la meta-meta universal que está por encima de todas las metas.
Imaginé después que terminaríamos “celebrando” este día en las redes sociales con alardes de positivismo, recetas artificiales para ser feliz y recordatorios sobre la importancia de valorar las pequeñas cosas (esas mismas a las que no prestamos atención el resto del año), y ahí ya me fue entrando la duda de su conveniencia. Finalmente, me hice fan de la ONU y del 20 de marzo en cuanto recordé que hay gente trabajando todo el año, privándose de muchas pequeñas grandes cosas, para terminar quince días de agosto haciendo zumba en la playa a 45 grados en un esfuerzo por compensar la felicidad anual aplazada. ¡Vaya con la meta-meta…!
Entonces, ¿necesitamos un día internacional de la felicidad? Rotundamente, SÍ. Principalmente, porque creo que si en prácticamente todo lo que hacemos a diario, seamos más o menos conscientes de ello, va implícita la búsqueda de nuestra felicidad a corto o largo plazo, todos deberíamos ser más felices de lo que somos. Algo está fallando entonces cuando en Felicidad Nacional Bruta (FNB) no aprobamos. Disponer de un día que nos incite a replantearnos qué nos hace realmente felices, que nos sirva para saber dónde buscar y cómo crear nuestra propia felicidad más allá del ‘postureo’ en las redes, se ha hecho tristemente necesario. Hablo de replantearnos porque creo que nuestro fallo es pensar en la felicidad a la ligera y mientras ponemos automáticamente un pie en el futuro ( = lo que nos falta) y el otro en el pasado ( = lo que teníamos pero perdimos o pasó), obviando lo que más debería importarnos: el presente. Para que no suene a recetita, voy a intentar explicar con un ejemplo el motivo por el que creo que tenemos HOY a nuestro alcance muchas más oportunidades, personas, experiencias, cosas, etc., que son fuente de bienestar y no aprovechamos.
Después de muchos años trabajando en el laboratorio con emociones de esas que llaman “negativas”, decidí experimentar con el lado positivo del corazón y provocar felicidad, ¡ni más ni menos! [Aquí el artículo: http://onlinelibrary.wiley.com/doi/10.1111/bjop.12148/abstract] Obviamente no fui la primera persona en hacerlo (la psicología abandonó el sesgo por el estudio/tratamiento de las emociones negativas hace mucho tiempo) pero, si manipular el sentir siempre me ha parecido atrevido, la idea de provocar algo tan especial, tan grande como felicidad me lo parecía mucho más. A groso modo, mis participantes tenían que escuchar unas piezas de música que se ha demostrado suscitan felicidad, mientras recordaban el día más feliz de su vida. Después de unos minutos, pasaban a escribir sobre ese momento/día/experiencia con el máximo número de detalles posible (entorno, personas implicadas, pensamientos, sensaciones, consecuencias, etc.) y con la música sonando aún.
[Os dejo un enlace a una de esas piezas musicales a modo de granito de arena para incrementar, si no la FNB, vuestra felicidad de hoy: https://www.youtube.com/watch?v=TdfI8NOZvmY]
Quizá algunos estaréis pensando qué habríais puesto de haber participado en el experimento. Probablemente, algo similar a lo que encontré. Para mi propia felicidad, NINGUNO de ellos escribió sobre nada material, premios de lotería, regalos caros, cirugías estéticas para ser más guapos, fama o cuerpos diez… Me encontré con recuerdos tan lindos como el nacimiento de un sobrino o hermano pequeño, el momento de conocer que tenían la nota suficiente para entrar en la carrera deseada, la visita de un ser querido, la operación exitosa de su mascota, una fiesta sorpresa de cumpleaños con todos los amigos y, ¡ATENCIÓN! algo tan sencillo, barato y cotidiano como un baño con espuma. ¡OJO! Admiro profundamente la capacidad de esta persona de disfrutar con algo tan simple, no me cabe la menor duda de que encuentra cientos de motivos más a diario para ser feliz.
¿Qué pretendía contando esto? Demostrar que cuando pensamos a la ligera en la felicidad y nos centramos en lo que nos falta y/o perdimos, ponemos en valor cosas como una casa grande, un coche nuevo, un sueldo mayor o directamente el que nos toque la lotería. Sin embargo, si hacemos un esfuerzo por pensar de verdad qué nos alegra el corazón, si miramos atrás para ver qué nos ha hecho felices en el pasado, recordaremos momentos/experiencias que aún hoy están a nuestro alcance, probablemente con un coste cero y un valor incalculable. Estaría bien pensar un poquito en ello, un poquito más y mejor.
No nos engañemos, tener mucho dinero, los ojos verdes, un cuerpo maravilloso, tres hijos y un perro NO nos asegura la felicidad. ¿Acaso no hay gente profundamente infeliz que tiene todo eso y más? Lo que sí está demostrado que nos hace felices y durante más tiempo es tener quien nos quiera y alguien a quien querer, un círculo de amigos en el que nos sintamos integrados y apoyados, tiempo para realizar actividades de esas que nos hacen perder la noción del tiempo (actividades que favorecen el conocido estado de flow), objetivos por los que luchar… En definitiva, cualquier cosa que nos haga sentirnos plenos, satisfechos y alegres es una fantástica mini-meta que nos coloca un pasito más cerca de la felicidad. Si además de luchar por la nuestra, nos alegramos por lo bueno que le ofrece la vida a los demás y colaboramos en pro de la felicidad ajena, más felices seremos nosotros también. Hacer feliz a alguien casi siempre implica nuestra propia felicidad, ¡hagámoslo más aunque sea por egoísmo! 😉 Si no, preguntadle a cualquier niño qué sintió ayer al entregarle un dibujo a papá por su día y luego imaginad la cara del padre. ¡A él ya le tocó la lotería! (lo sé sin tener hijos porque el dibujo que acompaña este texto también me hizo inmensamente feliz, me pintó el corazón de alegría).
Creo que no hay mejor forma de celebrar este 20 de marzo que haciendo un esfuerzo extra por pensar en la felicidad. La pregunta hoy no es si soy feliz y tengo algo que celebrar, -así corremos el riesgo de sentirnos menos satisfechos que ayer-, la pregunta es: ¿qué me hace verdaderamente feliz? Posiblemente te aburrirás de la lista antes de llegar a las hamacas de las islas desiertas, las dietas milagro y todas esas cosas que durante el resto del año ocupan los primeros puestos del ranking. Cada uno es feliz con cosas diferentes, luchemos por aquello que nos alegra de verdad el corazón y respetemos las que son importantes para los demás por muy insignificantes que sean para nosotros. Teniéndolas claras, no tendríamos necesidad de tanta pose feliz en días como hoy, lo seríamos -¡y mucho!- durante todo el año y el 20 de Marzo sería solo un día más.
Mientras llega ese momento, tendremos que seguir celebrando este día, así que ¡Feliz Día Internacional de la Felicidad!
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A. Pilar Pacheco Unguetti.
Doctora en Psicología, Psicóloga Forense, Psicóloga General Sanitaria y Experta en Psicología Clínica Aplicada.
Todos los derechos reservados. Código de registro: 1603206947033
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