Una cita contigo (y yo conmigo)

« – ¿Qué es un rito? – dijo el principito.
– Es algo también ya muy olvidado –dijo el zorro-. Es lo que hace que un día sea diferente de los demás, y una hora de las otras. » (Antoine de Saint-Exupéry, 1943, p. 96)
Los ritos –dicen en el libro- son necesarios. Yo diría que algunos son obligatorios, pues por muy paradójico que pueda resultar, son las costumbres las que hacen la vida diferente. Mi rito favorito es dedicar un tiempo cada día, por breve que sea, a hacer algo que me gusta y apuntarlo en una libreta. Si te parece innecesario, intenta recordar cuántos ratos has dedicado exclusivamente a ti en las últimas semanas. Además de eso, cada cierto tiempo tengo una cita especial conmigo en la que me llevo a cenar a algún sitio bonito, a un concierto o a visitar un lugar nuevo. Es una inversión segura en felicidad que me salva de disolverme en lo común, y por común no me refiero a lo vulgar, sino a que ese sencillo acto impide que a la larga mi “yo social” absorba por completo a mi “yo individual”. [Sí, soy consciente de los términos que he elegido en mi ejemplo.]
Inicié este rito hace ya bastante tiempo, cansada de perderme demasiadas experiencias por esperar a que los planetas se alinearan para que la gente de mi entorno compartiera mis gustos por la música, los horarios para salir, las ciudades que me faltan por visitar… mis necesidades, en definitiva. Creo que, casi sin darnos cuenta, vivimos aplazando vivir cosas por no vivirlas solos. Y digo casi porque es inevitable que un día miremos atrás con insatisfacción y veamos cómo nuestros lazos con los demás se han convertido en cadenas, y la compatibilidad en gustos en una dependencia asfixiante.
Que seamos cada vez más sociales es algo fantástico, pero nuestra necesidad de adaptarnos, relacionarnos e integrarnos no debería suponernos perder totalmente nuestra autonomía, nuestra esencia. ¿Cuántas veces hemos escuchado comentarios del tipo “Desde que tengo pareja no suelo hacer eso”, “Cuando nació mi hijo dejé de ir”, “Mis amigos tienen todos novia y ya casi no salgo”, “¡Mi marido no me lleva a ningún sitio!”…? Pensaba que esa idea de que “amar es autoexpropiarse a favor de los otros” estaba ya obsoleta, pero a menudo olvidamos que no puede haber un “nosotros” bonito si no hay un “yo” feliz.
Lo que más curiosidad me suscita de este tema es nuestra falsedad al respecto. ¡Estamos en la era de la autoestima! Algunos padres intentan educar a sus hijos para que sean autosuficientes y hagan cosas sin depender de los demás sin predicar con el ejemplo, los buenos amigos aconsejan no dejar el mundo en stand-by por una pareja pero cambian ver el fútbol por la novela, las mujeres se enorgullecen de no depender de un hombre pero dependen de sus amigas hasta para ir al baño, y muchísima gente difunde a diario frases maravillosas sobre la obligación de quererse y valorarse a uno mismo mientras esperan que venga alguien a llevarlos a un SPA o a sacarlos de paseo. ¿Dónde me he perdido? ¡Menos libros de autoayuda en las estanterías y mas listas de actividades agradables obligatorias diarias!
En esta era de la autoestima, mi “yo psicóloga” y mi «yo individual» (ambos, por experiencia) recomiendan establecer un rito que haga nuestros días diferentes. Eso no tiene que ser complicado, ni costoso, ni llevar mucho tiempo. Se trata solo de tener presente esas pequeñas cosas que decimos que son tan importantes para nosotros y comprometerse a hacer alguna a diario, sin excusas y colgando el cartel de “no molestar” ese ratito (¡¡fuera teléfonos!!). Algo de música y/o lectura, un paseo diario, un baño relajante al volver del trabajo, comprarse unas flores… Seguro que haces cosas mucho más “grandes” por tus seres queridos sin pensar en el esfuerzo, ¿por qué no hacerlas para ti? Posiblemente repararás en ellas cuando estés saturado de dar y esperar recibir. Entenderás entonces, aunque tarde, eso de que los ritos son importantes -y obligatorios-.
Por favor, no los confundas con egoísmo, vanidad, soberbia o narcisismo. Recuerda que tenemos derecho a tener derechos, y entre estos están: 1) el derecho a considerar que tus necesidades son tan prioritarias como las de los demás; 2) el derecho a decidir si te comportas según los consejos de los demás o en función de tus intereses; 3) el derecho a decidir estar solo aunque los demás demanden tu compañía; 4) el derecho a ser independiente; 5) el derecho a quererte; y muchos más que se resumen en uno: tienes derecho a ser feliz.
Quiérete y dedícate tiempo sin miedo a lo que pensarán los demás, a quienes te quieren les parecerá bien, y al resto ¿qué importa?. Créeme, “mesa para uno” no suena nada nada mal… 😉 Mi última cita especial fue un concierto-recital del que recuerdo con especial cariño una frase de Carlos Miguel Cortés:
“Y una cosa puedo jurar: Yo, que me enamoré de tus alas, jamás te las voy a querer cortar”.
Sonreí al escuchar algo así en mi cita conmigo, siempre he creído que quien te quiera feliz, tendrá también que quererte libre.
A. Pilar Pacheco Unguetti.
Doctora en Psicología, Psicóloga Forense, Psicóloga General Sanitaria y Experta en Psicología Clínica Aplicada.
Fotografía cortesía de Miguel Ángel Ordóñez: www.miguelangelordonez.com
Todos los derechos reservados. Código de registro: 1605187745127
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